Las personas que fuman están siempre oliendo a muerte porque viven con un pie en la tierra y otro en el oscuro abismo de la muerte que puede tocar su puerta en cualquier momento.
Estar siempre sentado al lado de la muerte no puede ser una sensación agradable pero quien fuma está siempre conqueteando con ella.
En este caso no se trata de valentía sino de una falta de conciencia que no le permite ver más allá del cigarro que tiene delante de sus ojos.
Tiene su mente nublada de creencias distorsionadas que lo mantienen anclado en un hábito que está destruyendo su vida.
Fumar es como una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento y decirte un día "hasta aquí llegaste".
El cigarrillo con todo su poder te sentencia a una condena de muerte por haber caído en las garras oscuras y pestilente de su juego.
El cigarrillo no puede seguir controlando tu vida y tú tienes el poder de recuperar de nuevo el control de tu vida a través del poder que tienes en tu mente.
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