Un pacificador familiar tiene la intención amorosa de reconectar las relaciones familiares rotas por diversas situaciones. La distancia que provocan los conflictos entre familias es como un barco sin capitán. No hay nadie dispuesto a guiar un barco perdido en el mar del sufrimiento.
Muchas veces el deseo de hacer las paces está de ambas partes pero nadie se decide a dar el primer paso, muchas veces por miedo al rechazo.
A veces sólo una parte quiere hacer la paz y la otra se niega, creyendo que todo está roto y no se puede hacer nada. En estos casos, tanto en el primero como en el segundo, es donde el pacificador puede actuar como mediador, buscando un punto intermedio de reflexión para que finalmente pueda producirse la reconciliación.
Una reflexión profunda sobre los hechos, acciones y consecuencias de la distancia pueden ser los pilares para reconstruir poco a poco ese puente roto, quizás desde hace varios años.
Una comunicación asertiva y reflexiva puede tener resultados positivos donde ambas partes involucradas pueden beneficiarse y ver sus rostros florecer de felicidad.
Puede haber casos en que la persona se mantenga firme en su posición y decida no hacer las paces, pero en estos casos puede que sólo sea cuestión de tiempo para que la persona reflexione y empiece a hacer germinar la semilla plantada. Esto significa que a medida que pasa el tiempo la persona comienza a reflexionar profundamente sobre el trato amoroso y atento del pacificador familiar.
Increíblemente, después de un tiempo la persona puede encontrarse en la puerta de ese familiar y voluntariamente dar el paso hacia la paz que todos merecemos como seres de amor y luz que somos.
Puedes dejar el pasado atrás y mirar el futuro con más positividad y esperanza.
“La humildad tiene la capacidad de unir a las personas”
María G.
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