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Jesús es mi victoria




 

 Jesús es mi victoria


Este extenso viaje, repleto de vivencias, me ha obsequiado grandes lecciones. He aprendido a abrazar mis errores, pues, al final, nuestros tropiezos se convierten en nuestros sabios guías.

Los errores son los mejores maestros, quienes nos enseñan a ser personas más sabias y a cultivar la paciencia hacia las fallas ajenas.

No estamos aquí para alcanzar la perfección, sino para crecer y debemos amarnos en medio de esta imperfección, porque amar no es solo celebrar los momentos de luz, sino también abrazar los tiempos oscuros.

La paciencia, el amor y la tolerancia son flores que necesitamos cultivar cada día; son virtudes que debemos practicar incansablemente, ya que este sendero exige paciencia y comprensión hacia los demás.

No podemos permitir que los errores de otros nos llenen de odio y resentimiento. Es esencial otorgar ese voto de amor incluso a aquellos que nos han herido, quienes nos hicieron sentir indignos de respeto y valoración.

No debemos dejar que la amargura anide en nuestro corazón, ya que esta nos roba la felicidad y nos aleja de lo divino. Mantener una relación cercana con Dios es de vital importancia.

A pesar de las adversidades que he enfrentado en mi vida, en un camino solitario, sin la compañía ni la comprensión de otros, hoy puedo proclamar que he tomado la corona de la victoria. 

He aprendido a ser fuerte al enfrentar lo lo que no puedo cambiar y a la vez, he llenado mi corazón de amor para perdonar a quienes no supieron valorarme y respetarme.

En este viaje, he sanado una herida de mi infancia que me causaba profundo sufrimiento.

El rechazo paternal puede infligir un dolor inmenso, llenándonos de inseguridad y soledad.

Una herida emocional sin sanar puede arruinar la vida, pero hoy agradezco a Dios por haber sanado completamente mi herida, guiado por su amoroso abrazo.

Hoy puedo hallar paz en mi ser y en mi relación con aquellos que me trataron injustamente.

Isaías 54:17 dice que ninguna arma usada contra ti tendrá éxito y que toda acusación injusta hacia tu persona será rechazada. Esto significa que Dios protege a quienes confían en él y viven en su voluntad. Aunque enfrentemos ataques, críticas o injusticias, él nos defiende y garantiza la victoria. 



 Proverbios 26-27 dice: "Aunque su odio encubra con disimulo, su maldad será descubierta en la congregación. El que cava fosa caerá en ella; y al que hace rodar la piedra, esta se le vendrá encima". 

En mi largo camino, las mentiras y las calumnias dirigidas hacia mi  han sido parte de mi travesía en este viaje de crecimiento espiritual. Sin embargo, como todo en la vida, la verdad, tarde o temprano, reclamará su lugar y la justicia restaurará el orden, pues nada puede permanecer oculto ante la mirada divina de Dios.

La vida se asemeja a un restaurante: al final, debes pagar por lo que consumiste. De igual forma, en la vida, no es posible tratar a alguien de manera injusta sin enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. La factura de nuestras decisiones llegará, ya sea pronto o tarde, porque la justicia es una realidad que afecta a todos.

Dios permite que experimentemos diversas situaciones para que aprendamos y así podamos despertar nuestro mayor potencial pero luego cada acción debe ser evaluada en función de su propio peso, y es en este contexto donde la justicia cumple su papel. La justicia no perdona y, en última instancia, hace que todos rindan cuentas por igual.

Ahora encuentro reposo en la paz y la tranquilidad que solo Dios puede otorgarme. Puedo permanecer en un estado de calma y serenidad, ya que mi conciencia se encuentra en paz gracias al perdón que he ofrecido a todas aquellas personas que, de alguna manera, no me trataron adecuadamente. 

Esta paz es un don que solo Dios puede brindar



El rencor solo nos sumerge en un estado de tormento y amargura, además de alejarnos de Dios. Este es un estado que ningún ser humano debería permitir, pues nuestro mayor anhelo debe ser siempre estar cerca de Dios y para lograrlo, es fundamental otorgar un perdón a quienes nos han lastimado o tratado injustamente.

El amor debe prevalecer sobre cualquier rencor que pueda surgir en nuestro interior, ya que debe triunfar ante cualquier adversidad. Al perdonar a nuestro prójimo, estamos demostrando amor y fe hacia Dios.

El amor de Dios es primordial para mí. Si realmente amo a Dios, debo manifestarlo a través de mis acciones, ofreciendo un perdón sincero y amoroso a aquellos que me hirieron y me hicieron sentir que no valía nada.

La indiferencia también puede causar dolor y resentimiento. Sin embargo, en estos casos, es igualmente importante conceder el perdón. He decidido perdonar a aquellos que fueron indiferentes ante mi sufrimiento y desesperación.




Solo el perdón puede llevarnos a un lugar de paz. He optado por elegir la paz por encima del odio, el rencor y el resentimiento, ya que es la paz lo que me mantendrá cerca de Dios y me permitirá vivir una vida feliz y serena.


María G.


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