El falso amigo
La amistad es un lazo de afecto puro y
desinteresado, un mágico encuentro compartido con otro ser. Este vínculo nos
permite conectar con otros y cultivar lazos que trascienden el tiempo. La
auténtica amistad florece en la sinceridad y en las buenas intenciones que se
nutren hacia ese ser querido. No debe basarse en condiciones sociales, estatus
económico o apariencia física; de lo contrario, se convierte en una mera
ilusión que busca un beneficio personal.
En ocasiones, creemos tener amistades
verdaderas hasta que la realidad se manifiesta y las máscaras caen, revelando
la verdad en todo su esplendor.
Hubo un tiempo en que forjé una amistad con
alguien a quien consideraba un verdadero amigo. Más que una simple amistad, era
como una familia con la que compartía momentos que no podía vivir con mi propia
familia. En un país extranjero, lejos de los míos, a veces se busca una familia
adoptiva que llene ese vacío. A menudo pensamos que la persona actúa de una
determinada manera por su esencia, solo para descubrir que, detrás de esa
fachada, hay intenciones ocultas.
Una tarde, mientras conversábamos, mi amigo
pronunció palabras que me dejaron atónita y quizás un poco desilusionada. Creo
que las personas pueden pretender ser lo que no son, pero eventualmente la
verdad sobre su ser resplandece con el tiempo.
Durante nuestra charla, él mencionó algo que,
quizás sin darse cuenta, reveló mucho de su propia naturaleza y de lo que
realmente proyectaba.
Me expreso con mucha tranquilidad que el era mi
amigo solo porque yo era "linda" y que no hacía amistades con
personas que considerara "feas". El tema nace porque estabamos
hablando de una persona que el consideraba fea asi que aprovecho la ocasion
para comunicar sus preferencias a la hora de hacer amistades.
Su declaración me sorprendió, ya que nunca
imaginé que alguien pudiera juzgar así a los demás, clasificando a quienes sí
podrían ser sus amigos basándose en su apariencia. Si yo pensara igual que el,
ciertamente no habría considerado ser su amiga en absoluto. Pero nuestras
visiones son diferentes: yo valoro a las personas por su esencia, por lo
positivo que aportan, por su bondad, generosidad, sencillez, transparencia y
por cómo me hacen sentir en su cercanía.
Hasta ese instante, desconocía esta faceta de lo que
creía era mi amigo, hasta que emergieron sus preferencias sobre la amistad y
otros aspectos que, más adelante, me hicieron comprender que la sinceridad en
nuestra relación de amistad era un espejismo, carente de las mejores
intenciones. Anhelo seguir creyendo en la amistad verdadera, en la existencia
de almas que abracen un vínculo genuino sin la sombra de segundas intenciones.
Entiendo que en el camino de la amistad no todo debe ser perfecto y que la
paciencia es esencial para aceptar las imperfecciones ajenas.
Sin embargo, hay actitudes que, para mí, se tornan
difíciles de tolerar y aceptar. Con esta persona, he ejercido la tolerancia
hasta un límite. Pero a medida que las verdades se revelan lentamente, uno se
ve obligado a tomar decisiones o, simplemente, a distanciarse. No me agrada
escuchar comentarios despectivos sobre el físico de alguien. Me desagrada que
alguien busque aprovecharse de las características menos favorecedoras de una
persona sin razón alguna.
Comprendo que cada individuo es un universo único que
debe ser aceptado sin juicios sobre su apariencia, ya que nadie elige voluntariamente
su físico; simplemente le toca, y cada uno debe aprender a amarse y aceptarse
tal como es. No tenemos derecho a señalar ni criticar el aspecto de los demás.
Es una falta de respeto que me resulta intolerable, especialmente en presencia
de otros.
Desde joven, he tenido que soportar las críticas de un
familiar cercano sobre el aspecto físico de otras personas. En vez de resaltar
sus virtudes, esta persona se dedicaba a buscar los defectos, siempre
enfocándose en lo que menos agradaba, ya fuera la nariz o el pecho, resaltando
únicamente lo negativo de los demás.
Desde pequeña, crecí escuchando ciertas voces que
criticaban a los demás, y nunca pude identificarlas como parte de mi ser;
siempre sentí que no era correcto. Cada vez que escuchaba esas palabras,
permanecía en silencio, sin entender del todo el motivo detrás de tales
juicios. En mi corazón, considero que cada persona merece ser tratada con
igualdad, sin importar su apariencia exterior. Es verdad que podemos percibir
con nuestros ojos que algunos son más bellos que otros, pero esos pensamientos
pueden permanecer en el silencio; no es necesario hablar de ellos como si
fueran un placer. No hay razón para intentar elevarse a expensas de los demás,
alimentándose de sus imperfecciones para encontrar un poco de alivio a nuestra
propia inseguridad.
La comparación, aunque a veces se presenta como una
amiga, puede desencadenar un dolor profundo y generar inseguridades. Cuando
aquella persona expresó sus críticas, mi percepción de ella cambió; la
admiración que sentía se desvaneció, pues juzgar a alguien por su físico es una
falta de amor hacia los demás y, sobre todo, hacia uno mismo. Si se critica el
cuerpo ajeno, es porque uno no se siente a gusto con el propio. Créeme, si
estuvieras cómodo en tu piel, no perderías tiempo en criticar a otros; eso es
solo un intento de mitigar la batalla interna que llevas en tu interior.
La sociedad actual nos empuja a desear la perfección y
la belleza, pero debemos ser sabios en nuestras elecciones sobre lo que es
correcto y lo que no. Resaltar las imperfecciones de otra persona no te hará
más feliz o mas atractivo, sino que, al contrario, disminuirá tu propio
atractivo y agrado.
Por esta razón, te alejas de personas que en un
momento fueron cercanas, pero al revelarse la verdad, te ves forzado a dar un
paso hacia tras. Pensé que tenía una amistad, pero comprendí que no era tal;
siempre fue una relación condicionada por mi apariencia, y eso no se puede
llamar amistad.
En estos casos, lo más sabio es distanciarse, sin
rencores ni resentimientos. Alejarse en paz es esencial para preservar tu
tranquilidad mental, ya que no es grato saber que alguien es tu amigo solo por
tu aspecto. Este descubrimiento puede provocar enojo, al darte cuenta de que
creías tener una conexión basada en tu esencia y no en tu físico. Sin embargo,
he decidido perdonar su hipocresía y marcharme en paz, sin sentimientos
negativos.
Comprendo que cada individuo lleva consigo sus imperfecciones y limitaciones, y no se puede nadar contra la corriente. Cada persona libra sus propias batallas internas, y este hecho debe aceptarse con una dosis de madurez y empatía.
Todos cargamos sombras que necesitamos
enfrentar; por ello, no es el instante de juzgar, sino de intentar comprender
sus luchas desde una perspectiva más elevada y distanciada, para así proteger
nuestro propio ser.
Maria G.
Extracto de mi libro Una vida de perdón
También te puede interesar,
El poder de las Terapia Musica
Hay mucho mas en la vida
No hay comentarios.:
Publicar un comentario