La envidia es una amiga traicionera que puede
conducirte por senderos de tormento y desolación. No distingue género ni
estatus social al manifestarse, sembrando caos en las vidas de quienes la
albergan. Es una compañera implacable que perpetúa un estado de insatisfacción
y vacío. Las almas caen fácilmente en las redes de la envidia al centrarse en
sus carencias, ignorando las bendiciones que les rodean. En un mundo cada vez
más moderno y perfeccionista, donde las exigencias de la sociedad florecen, se
crea el escenario idóneo para que la envidia se arraigue en la vida de tantas
personas. Esta sombra puede presentarse en diversas situaciones cotidianas,
pero una de las más comunes es el anhelo por la belleza o el físico ideal.
Los certámenes de belleza que se celebran anualmente en diferentes rincones del mundo han contribuido, de manera directa, a que este dilema se amplifique.
Estos concursos exigen un cuerpo esculpido, donde la
imperfección es despreciada o condenada. Si no posees el cuerpo perfecto, te ven
excluido de competencias que se autodenominan como la búsqueda de la belleza.
Estos eventos, que se presentan bajo el noble título
de "belleza con propósito", se convierten en un arma de doble filo,
obstaculizando la construcción de una sociedad que fomente el amor propio en la
mujer contemporánea.
Estos
concursos en su búsqueda de la belleza están creando en la mujer mucha
inseguridad ya que no pueden entrar en los estándares de belleza y
serían clasificadas como mujeres feas o que les faltan cosas para ser
completamente mujeres bellas.
El peligroso mensaje que está dejando estos concurso
de belleza de manera inconsciente es que la mujer se rechace a sí misma y no
quiera aceptarse tal y como es porque no cumple con los estándares de belleza
de la actual sociedad que está cada vez más promoviendo este tipo de belleza a
través de las redes sociales y otros medios de comunicación.
Es probable que
por el lado de los hombres la situación sea menos caótica cuando se trata de la
belleza física ya que los concursos de belleza para los hombres son muy
escasos. Lo que nadie habla de estos concursos de belleza es que están siendo
la causa de la infelicidad de millones y millones de mujeres alrededor del
mundo pero de esto nadie habla. Cada día hay millones de mujeres que cuando se
paran delante de un espejo odian lo que ven de sí mismas y les cuesta mucho
aceptarse como son lo que provoca en ellas tristeza e inseguridades y lo más
terrorífico que provoca es la envidia.
La envidia es
una serpiente silenciosa que va poco a poco tomando cada vez más terreno en tus
pensamientos y creencias y te convierte
en un esclavo de ella.
Las almas envidiosas habitan en un tormento perpetuo
que les impide abrazar la felicidad y disfrutar de una vida en paz. Recuerdo a
una amiga que nunca aceptó su cuerpo tal como era; desde joven, anhelaba
transformarlo. Soñaba con poseer una figura que consideraba "normal",
lo cual le trajo inseguridad y descontento.
En una ocasión,
asistimos a una fiesta juntas, y su comportamiento fue extraño. Sentadas una
frente a la otra, noté que le resultaba difícil mirarme, como si algo en mi
presencia le causara incomodidad, aunque en ese instante no sabía con certeza
qué era.
Con el tiempo,
la claridad llegó, y comprendí que su malestar estaba arraigado en su propia
lucha con la aceptación y el amor propio. Nunca imaginé que su inseguridad pudiera ser
la raíz de su incomodidad. Era precisamente esa parte de su cuerpo, esa que no
lograba aceptar, lo que provocaba su tormento. Su esbelto cuerpo, con una
medida de pecho casi inesistente, la conducía hacia la sombría senda de la
envidia.
A medida que pasaba el tiempo, entendí que su
desasosiego provenía de lo que ella deseaba y le faltaba, mientras que yo lo
poseía sin esfuerzo. Siempre he abrazado mi cuerpo tal como es; quizás porque
no siento que me falte nada, no puedo concebir cuánta angustia puede causar no
sentirse adecuada. Esta envidia se
manifestaba de una manera devastadora y destructiva. Su envidia causó
divisiones y conflictos entre diversas personas.
El principal dilema de aquellos que albergan envidia radica en su ignorancia sobre su propio estado emocional; no son plenamente conscientes de que sus palabras y actos brotan de una sombra envidiosa. Este desconocimiento los convierte en seres aún más peligrosos, pues sus acciones pueden acarrear consecuencias devastadoras, sin que lo perciban.
Los envidiosos a menudo vierten palabras negativas
sobre el objeto de su envidia, distorsionando la realidad que les rodea. Por
ello, es crucial, al detectar a una persona envidiosa, establecer una distancia
prudente; son seres potencialmente nocivos que pueden infligir daño sin tener
plena conciencia de ello. Una persona consumida por la envidia siempre buscará
la oportunidad de desahogar su malestar. Esa frustración, inconformidad y vacío
interior necesitan salir a la luz de alguna manera.
Recuerdo que una vez mi amiga envidiosa, quien, en varias
ocasiones, dejó escapar su envidia de modo inconsciente; se le presentó el motivo ideal para sacar a flote
su oscuridad emocional y descargar en mi toda su miseria arrojandome la basura,
el motivo para hacerlo era
insignificante ante el acto vergonzoso que cometió contra mi.
El envidioso, en su afán, intentará humillar, hacerte
sentir menos y difamarte. Mi amiga encontró en esa acción humillante la forma de menospreciar y
encontrar un alivio para escarpar por un momento de su angustiante y
tormentosa envidia.
Es asombroso hasta dónde puede llevarte la envidia, causada
por su propia infelicidad y descontento con la vida. Porque quien vive en la envidia jamás conocerá
la felicidad, y esa infelicidad se manifiestan en sus palabras y en cada uno de sus actos.
Recuerdo con claridad aquel día en el que otros fueron
testigos del evento vergonzoso que esta amiga llevó a cabo en mi contra; ahora,
al evocar ese momento, lo único que siento es una profunda lástima. Su acto
deshonroso revela su lado más sombrío y refleja cuán miserable es su
existencia.
Ella volcó su frustración sobre mí porque poseo algo
que anhela con fervor pero que le es inalcanzable. Me convertí en la víctima de
su desasosiego y su dolor por no poder alcanzar ese cuerpo con las medidas de
pecho que tanto desea. Te preguntarás cómo me siento tras haber sido tratada de
esa manera. La verdad es que siento una gran compasión por ella, pues es una
víctima de la envidia. No podría enojarme con ella, ya que no es ella la
culpable, sino la envidia misma, que la lleva a comportarse de tal forma hacia
mí.
No es justo que dirija mi ira contra ella cuando, en
realidad, es otra víctima de la envidia que la atormenta día tras día. Solo
imaginar el calvario que atraviesa esta desafortunada mujer me provoca una
profunda compasión.
La envidia
es una mala amiga que solo llega a tu vida a robarte tu felicidad.
Recordando este evento vergonzoso, no albergo
ningún tipo de rencor hacia esta amiga. Muchos podrían experimentar ira, pero
esa ira sería injusta, dirigida hacia una alma que, atrapada en una prisión
mental, se ve dominada por la despiadada envidia. Siento compasión por el
calvario que enfrenta esta persona, y solo puedo desearle lo mejor, con la
esperanza de que logre sanar su envidia y encuentre el camino para amarse y
aceptarse tal como es.
Tuve una experiencia similar con otra amiga, donde
empecé a notar un comportamiento extraño en ella. Esta amiga anhelaba
profundamente estar más delgada, pero enfrentaba dificultades para lograrlo. En
esta ocasión, las circunstancias fueron algo diferentes; gracias a la
experiencia anterior, fui cultivando la habilidad de reconocer los gestos y
palabras de quienes sienten envidia. Solo me tomó un instante captar las
sutiles señales que me advertían de un posible resentimiento en su corazón.
Su mirada, su lenguaje corporal y sus palabras la
traicionaron, revelando inconscientemente la envidia que emergía por no poseer
el cuerpo ideal. Noté su incomodidad al mirarme, y también supe que había
hablado mal de mí sin que ella siquiera lo sospechara, pues tenía conocimiento
de que sus palabras se esparcían con otros.
El envidioso siempre buscará la forma de menospreciarte;
si no hay nada real de qué hablar, inventará historias que alimenten su
resentimiento.
De este modo, logré detectar a tiempo la envidia de mi
amiga, de la cual tuve que alejarme forzosamente para evitar vivir más
experiencias negativas similares. Esta otra amiga me hizo perder amistades,
pero el poder abrazar la verdad en mis manos, sabiendo que ella habló mal de
mí, no me convierte en una persona juzgadora.
No deseo juzgarla ni enojarme con ella, porque
comprendo que no quiere ser envidiosa; nadie anhela la infelicidad, y las
personas envidiosas suelen estar profundamente desdichadas. Nadie elige ser
envidioso de manera voluntaria, pues todos anhelamos evitar el sufrimiento y
las penurias. La envidia atrapa a las personas por diversas razones.
Comprender el motivo real puede ser crucial para
enfrentar y, eventualmente, sanar esta emoción. Si alguna de ellas siente
descontento con su apariencia, es fundamental que lo reconozca con humildad. La
aceptación en tales circunstancias puede aliviar la carga que llevan.
También es esencial no centrar la atención en lo que nos falta, ya que este
enfoque puede despertar la envidia en los corazones. Cuando te concentras en
tus carencias, inconscientemente abres las puertas a esos sentimientos de
envidia.
Si anhelas mantenerte alejado de tales sombras, es crucial
cultivar un estado de gratitud por lo que posees y liberarte de la carga de lo
que te falta.
La envidia, al florecer, revela un dilema profundo
sobre el amor propio, atrapando a muchos en la lucha de aceptarse tal como son.
Nuestro cuerpo es un templo sagrado; debemos amarlo y cuidarlo con ternura, sin
permitir que el juicio lo empañe.
Las dos amigas que actuaron en mi contra, mostrando
una crueldad inesperada, solo pueden recibir mis deseos de que la vida les
muestre el camino hacia la luz de la verdad y que comprendan la necesidad de
trabajar en su envidia. Deben aceptar con humildad ese sentimiento antes de
poder sanarlo.
La envidia atormenta constantemente a estas dos almas,
y lo único que puedo sentir por ellas es compasión. Me compadezco del tormento
que enfrentan día tras día. Todos merecemos ser felices, y para alcanzar esa
dicha, debemos desterrar la envidia de nuestras vidas, pues trae consigo dolor,
sufrimiento, separación y rencor.
¿Y tú, has
sanado tu envidia o te has preguntado alguna vez si eres una persona envidiosa?
Para descubrir la respuesta auténtica, se necesita una profunda humildad que permita que nuestra alma se abra por completo, revelando así la esencia de la verdad.
Personalmente
estoy evaluando la posibilidad de realizar terapias basadas en sanar la envidia visto que este mal esta
afectando a millones de personas y esta siendo la principal causa de su
descontento y amargura.
La envidia, sombra oscura, provoca discordia y
separación entre los seres humanos. Es un mal que inflige profundo daño, y poco
se hace para erradicarlo y prevenir su expansión. Se ha demostrado que quien
sucumbe a la envidia enfrenta mayores probabilidades de caer en la trampa de la
depresión y otras dolencias mentales. Además, un cuerpo que habita en la
penumbra de emociones negativas puede ser presa de afecciones físicas, ya que
estas emociones adversas debilitan nuestro sistema inmunológico.
Las
emociones negativas que puede provocar la envidia como son la tristeza, la ira
y el resentimiento pueden ser el cóctel perfecto para dar origen a serias
enfermedades.
No podemos normalizar la envidia que, aunque pueda
parecer inofensiva y traviesa, oculta tras su velo algo oscuro y perverso. Esta
sombra puede arruinar la vida de innumerables almas que corren el riesgo de
convertirse en sus víctimas.
La envidia es una manifestación de la escasez de amor hacia nuestro prójimo. Esta sombra oscura es un mal que divide a las almas y genera tormentos profundos en aquellos que sufren bajo el peso de esta energía negativa.
Aristóteles describió la envidia no como un deseo benigno de lo que alguien más posee, sino “como el dolor ocasionado por la buena fortuna de los demás”.
Todos hemos recorrido el penoso sendero de cruzarnos con almas envidiosas, cuya oscura energía puede no ser evidente al principio. Sin embargo, con el tiempo, el comportamiento extraño de estas personas puede revelar la sombra de su ser, obligándonos a tomar la difícil decisión de distanciarnos de quienes apagan su propia luz con la envidia que sofoca su felicidad.
Aquellos que cargan esta energía negativa, como es la envidia, son seres infelices, atrapados en una tormenta de emociones, y por ello, siento una profunda compasión. Esta empatía me ha llevado a componer una canción destinada a ayudar a quienes sufren por el tormento de la envidia, guiándolos hacia la luz al final de su oscuro túnel.
No es necesario señalar ni criticar a quienes, a través de sus acciones, manifiestan una envidia latente, pues su comportamiento lo grita a voces. No debemos condenar a estas almas, ya que estoy convencida de que nadie desea habitar en esa tormenta.
Esta emoción destructiva puede fragmentar amistades, familias e incluso matrimonios, ya que no tiene piedad y convierte a las personas en víctimas de su propia negatividad. Esta energía oscura invade sus almas y les impide vivir en paz, dedicándose a perturbar el bienestar ajeno.
Lo más alarmante es que, en su mayoría, las personas no logran reconocer que cargan con este problema de envidia; aceptan vivir en este malestar sin preguntarse si hay algo que puedan hacer para transformar sus vidas y liberarse del sufrimiento que le causa ver la felicidad de los demás.
Como decía Sócrates: "La envidia es el veneno del alma". Este sentimiento, que surge cuando se desea lo que otros tienen, puede llegar a ser un monstruo perturbador que acecha nuestras vidas y afecta a nuestra felicidad y bienestar.
También el destacado Nietzsche decía que, la envidia podía ser un acicate para la superación, un estímulo para la creación. El individuo que es capaz de canalizar su envidia, de convertirla en admiración y emulación, puede llegar a superar al objeto de su envidia y alcanzar su propia grandeza.
La envidia en su significado espiritual tiene sus raíces en la desconfianza en la provisión de Dios. Cuando envidiamos, estamos esencialmente diciendo: "Dios no me ha dado lo suficiente".
También revela un corazón insatisfecho, que siempre anhela más y más. La envidia es un veneno que corroe el alma.
Tras la envidia se esconde la impotencia de un deseo incumplido. Refleja el amargor insoportable de saber que alguien lo ha hecho realidad. Quien envidia, aclaraba Pulcini, irá “en contra de sus propios intereses con tal de que otro tenga daño”. Por eso es una pasión triste, porque no beneficia a nadie.
La envidia es una clara señal de la ausencia de amor hacia el prójimo.
Jesús dijo, si ustedes lo hacen todo por envidia o por celos, vivirán tristes y amargados; no tendrán nada de qué sentirse orgullosos, y faltarán a la verdad. "Porque esa sabiduría no viene de Dios, sino que es de este mundo y produce celos, peleas, problemas y todo tipo de maldad."
En general, las personas pueden sentir vergüenza al reconocer que experimentan envidia. Sin embargo, con un poco de humildad, es posible aceptar esta emoción que nos atormenta.
Al hacerlo, podemos comenzar a sanar y liberarnos de ese tormento, que a menudo nos mantiene en la oscuridad y nos impide vislumbrar la luz del amor que reside en cada uno de nosotros.
Es fundamental cultivar hábitos saludables que nos alejen de la envidia, como el ejercicio de la gratitud. Incluir un sentido de agradecimiento por las pequeñas cosas de la vida, a menudo desestimadas, es esencial para nuestro bienestar diario.
Con frecuencia, permitimos que la carencia de lo que deseamos desvíe nuestra atención hacia lo que nos falta, descuidando así la importancia de apreciar lo que ya poseemos. Mantenernos en un estado de gratitud nos ayuda a enfocarnos en lo positivo y a enriquecer nuestra vida.
No es necesario contar con grandes posesiones materiales para experimentar la felicidad y cultivar un corazón agradecido. Lo fundamental radica en sentir gratitud por lo que se tiene en el presente.
Maria G.
Extracto del libro: Una vida de perdón
También te puede interesar,
Descubre como dejar de ser pobre
No hay comentarios.:
Publicar un comentario