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sábado, 4 de enero de 2025

Historia de perdón la amiga envidiosa

La amiga envidiosa

La envidia es una amiga traicionera que puede conducirte por senderos de tormento y desolación. No distingue género ni estatus social al manifestarse, sembrando caos en las vidas de quienes la albergan. Es una compañera implacable que perpetúa un estado de insatisfacción y vacío. Las almas caen fácilmente en las redes de la envidia al centrarse en sus carencias, ignorando las bendiciones que les rodean. En un mundo cada vez más moderno y perfeccionista, donde las exigencias de la sociedad florecen, se crea el escenario idóneo para que la envidia se arraigue en la vida de tantas personas. Esta sombra puede presentarse en diversas situaciones cotidianas, pero una de las más comunes es el anhelo por la belleza o el físico ideal.

Los certámenes de belleza que se celebran anualmente en diferentes rincones del mundo han contribuido, de manera directa, a que este dilema se amplifique. 

Estos concursos exigen un cuerpo esculpido, donde la imperfección es despreciada o condenada. Si no posees el cuerpo perfecto, te ven excluido de competencias que se autodenominan como la búsqueda de la belleza.

Estos eventos, que se presentan bajo el noble título de "belleza con propósito", se convierten en un arma de doble filo, obstaculizando la construcción de una sociedad que fomente el amor propio en la mujer contemporánea.

Estos concursos en su búsqueda de la belleza están creando en la mujer mucha inseguridad  ya que no pueden entrar en los estándares  de belleza y serían clasificadas como mujeres feas o que les faltan cosas para ser completamente  mujeres bellas.

 

El peligroso mensaje que está dejando estos concurso de belleza de manera inconsciente es que la mujer se rechace a sí misma y no quiera aceptarse tal y como es porque no cumple con los estándares de belleza de la actual sociedad que está cada vez más promoviendo este tipo de belleza a través de las redes sociales y otros medios de comunicación.

 Es probable que por el lado de los hombres la situación sea menos caótica cuando se trata de la belleza física ya que los concursos de belleza para los hombres son muy escasos. Lo que nadie habla de estos concursos de belleza es que están siendo la causa de la infelicidad de millones y millones de mujeres alrededor del mundo pero de esto nadie habla. Cada día hay millones de mujeres que cuando se paran delante de un espejo odian lo que ven de sí mismas y les cuesta mucho aceptarse como son lo que provoca en ellas tristeza e inseguridades y lo más terrorífico que provoca es la envidia.

 La envidia es una serpiente silenciosa que va poco a poco tomando cada vez más terreno en tus pensamientos y creencias  y te convierte en un esclavo de ella.

Las almas envidiosas habitan en un tormento perpetuo que les impide abrazar la felicidad y disfrutar de una vida en paz. Recuerdo a una amiga que nunca aceptó su cuerpo tal como era; desde joven, anhelaba transformarlo. Soñaba con poseer una figura que consideraba "normal", lo cual le trajo inseguridad y descontento.

 En una ocasión, asistimos a una fiesta juntas, y su comportamiento fue extraño. Sentadas una frente a la otra, noté que le resultaba difícil mirarme, como si algo en mi presencia le causara incomodidad, aunque en ese instante no sabía con certeza qué era.

 Con el tiempo, la claridad llegó, y comprendí que su malestar estaba arraigado en su propia lucha con la aceptación y el amor propio.  Nunca imaginé que su inseguridad pudiera ser la raíz de su incomodidad. Era precisamente esa parte de su cuerpo, esa que no lograba aceptar, lo que provocaba su tormento. Su esbelto cuerpo, con una medida de pecho casi inesistente, la conducía hacia la sombría senda de la envidia.

A medida que pasaba el tiempo, entendí que su desasosiego provenía de lo que ella deseaba y le faltaba, mientras que yo lo poseía sin esfuerzo. Siempre he abrazado mi cuerpo tal como es; quizás porque no siento que me falte nada, no puedo concebir cuánta angustia puede causar no sentirse adecuada.  Esta envidia se manifestaba de una manera devastadora y destructiva. Su envidia causó divisiones y conflictos entre diversas personas.

El principal dilema de aquellos que albergan envidia radica en su ignorancia sobre su propio estado emocional; no son plenamente conscientes de que sus palabras y actos brotan de una sombra envidiosa. Este desconocimiento los convierte en seres aún más peligrosos, pues sus acciones pueden acarrear consecuencias devastadoras, sin que lo perciban. 

Los envidiosos a menudo vierten palabras negativas sobre el objeto de su envidia, distorsionando la realidad que les rodea. Por ello, es crucial, al detectar a una persona envidiosa, establecer una distancia prudente; son seres potencialmente nocivos que pueden infligir daño sin tener plena conciencia de ello. Una persona consumida por la envidia siempre buscará la oportunidad de desahogar su malestar. Esa frustración, inconformidad y vacío interior necesitan salir a la luz de alguna manera.

Recuerdo que una vez  mi amiga envidiosa, quien, en varias ocasiones, dejó escapar su envidia de modo inconsciente; se  le presentó el motivo ideal para sacar a flote su oscuridad emocional y descargar en mi toda su miseria arrojandome la basura, el motivo para hacerlo  era insignificante ante el acto vergonzoso que cometió contra mi.

El envidioso, en su afán, intentará humillar, hacerte sentir menos y difamarte. Mi amiga encontró en esa acción  humillante la forma de menospreciar y encontrar un alivio para escarpar por un momento de su angustiante y tormentosa  envidia.

Es asombroso hasta dónde puede llevarte la envidia, causada por su propia infelicidad y descontento con la vida.  Porque quien vive en la envidia jamás conocerá la felicidad, y esa infelicidad se manifiestan en sus palabras y  en cada uno de sus actos.

Recuerdo con claridad aquel día en el que otros fueron testigos del evento vergonzoso que esta amiga llevó a cabo en mi contra; ahora, al evocar ese momento, lo único que siento es una profunda lástima. Su acto deshonroso revela su lado más sombrío y refleja cuán miserable es su existencia.

Ella volcó su frustración sobre mí porque poseo algo que anhela con fervor pero que le es inalcanzable. Me convertí en la víctima de su desasosiego y su dolor por no poder alcanzar ese cuerpo con las medidas de pecho que tanto desea. Te preguntarás cómo me siento tras haber sido tratada de esa manera. La verdad es que siento una gran compasión por ella, pues es una víctima de la envidia. No podría enojarme con ella, ya que no es ella la culpable, sino la envidia misma, que la lleva a comportarse de tal forma hacia mí.

No es justo que dirija mi ira contra ella cuando, en realidad, es otra víctima de la envidia que la atormenta día tras día. Solo imaginar el calvario que atraviesa esta desafortunada mujer me provoca una profunda compasión.

 

La envidia es una mala amiga que solo llega a tu vida a robarte tu felicidad.

 Recordando este evento vergonzoso, no albergo ningún tipo de rencor hacia esta amiga. Muchos podrían experimentar ira, pero esa ira sería injusta, dirigida hacia una alma que, atrapada en una prisión mental, se ve dominada por la despiadada envidia. Siento compasión por el calvario que enfrenta esta persona, y solo puedo desearle lo mejor, con la esperanza de que logre sanar su envidia y encuentre el camino para amarse y aceptarse tal como es.

Tuve una experiencia similar con otra amiga, donde empecé a notar un comportamiento extraño en ella. Esta amiga anhelaba profundamente estar más delgada, pero enfrentaba dificultades para lograrlo. En esta ocasión, las circunstancias fueron algo diferentes; gracias a la experiencia anterior, fui cultivando la habilidad de reconocer los gestos y palabras de quienes sienten envidia. Solo me tomó un instante captar las sutiles señales que me advertían de un posible resentimiento en su corazón.

Su mirada, su lenguaje corporal y sus palabras la traicionaron, revelando inconscientemente la envidia que emergía por no poseer el cuerpo ideal. Noté su incomodidad al mirarme, y también supe que había hablado mal de mí sin que ella siquiera lo sospechara, pues tenía conocimiento de que sus palabras se esparcían con otros.

El envidioso siempre buscará la forma de menospreciarte; si no hay nada real de qué hablar, inventará historias que alimenten su resentimiento.

De este modo, logré detectar a tiempo la envidia de mi amiga, de la cual tuve que alejarme forzosamente para evitar vivir más experiencias negativas similares. Esta otra amiga me hizo perder amistades, pero el poder abrazar la verdad en mis manos, sabiendo que ella habló mal de mí, no me convierte en una persona juzgadora.

No deseo juzgarla ni enojarme con ella, porque comprendo que no quiere ser envidiosa; nadie anhela la infelicidad, y las personas envidiosas suelen estar profundamente desdichadas. Nadie elige ser envidioso de manera voluntaria, pues todos anhelamos evitar el sufrimiento y las penurias. La envidia atrapa a las personas por diversas razones.

Comprender el motivo real puede ser crucial para enfrentar y, eventualmente, sanar esta emoción. Si alguna de ellas siente descontento con su apariencia, es fundamental que lo reconozca con humildad. La aceptación en tales circunstancias puede aliviar la carga que llevan.

También es esencial no centrar la  atención en lo que nos falta, ya que este enfoque puede despertar la envidia en los corazones. Cuando te concentras en tus carencias, inconscientemente abres las puertas a esos sentimientos de envidia.

Si anhelas mantenerte alejado de tales sombras, es crucial cultivar un estado de gratitud por lo que posees y liberarte de la carga de lo que te falta.

La envidia, al florecer, revela un dilema profundo sobre el amor propio, atrapando a muchos en la lucha de aceptarse tal como son. Nuestro cuerpo es un templo sagrado; debemos amarlo y cuidarlo con ternura, sin permitir que el juicio lo empañe.

Las dos amigas que actuaron en mi contra, mostrando una crueldad inesperada, solo pueden recibir mis deseos de que la vida les muestre el camino hacia la luz de la verdad y que comprendan la necesidad de trabajar en su envidia. Deben aceptar con humildad ese sentimiento antes de poder sanarlo.

La envidia atormenta constantemente a estas dos almas, y lo único que puedo sentir por ellas es compasión. Me compadezco del tormento que enfrentan día tras día. Todos merecemos ser felices, y para alcanzar esa dicha, debemos desterrar la envidia de nuestras vidas, pues trae consigo dolor, sufrimiento, separación y rencor.

 ¿Y tú, has sanado tu envidia o te has preguntado alguna vez si eres una persona envidiosa?

Para descubrir la respuesta auténtica, se necesita una profunda humildad que permita que nuestra alma se abra por completo, revelando así la esencia de la verdad.

Personalmente estoy evaluando la posibilidad de realizar terapias basadas en  sanar la envidia visto que este mal esta afectando a millones de personas y esta siendo la principal causa de su descontento y amargura.

La envidia, sombra oscura, provoca discordia y separación entre los seres humanos. Es un mal que inflige profundo daño, y poco se hace para erradicarlo y prevenir su expansión. Se ha demostrado que quien sucumbe a la envidia enfrenta mayores probabilidades de caer en la trampa de la depresión y otras dolencias mentales. Además, un cuerpo que habita en la penumbra de emociones negativas puede ser presa de afecciones físicas, ya que estas emociones adversas debilitan nuestro sistema inmunológico.

Las emociones negativas que puede provocar la envidia como son la tristeza, la ira y el resentimiento pueden ser el cóctel perfecto para dar origen a serias enfermedades.

 

No podemos normalizar la envidia que, aunque pueda parecer inofensiva y traviesa, oculta tras su velo algo oscuro y perverso. Esta sombra puede arruinar la vida de innumerables almas que corren el riesgo de convertirse en sus víctimas.

La envidia es una manifestación de la escasez de amor hacia nuestro prójimo. Esta sombra oscura es un mal que divide a las almas y genera tormentos profundos en aquellos que sufren bajo el peso de esta energía negativa.

Aristóteles describió la envidia no como un deseo benigno de lo que alguien más posee, sino “como el dolor ocasionado por la buena fortuna de los demás”.

Todos hemos recorrido el penoso sendero de cruzarnos con almas envidiosas, cuya oscura energía puede no ser evidente al principio. Sin embargo, con el tiempo, el comportamiento extraño de estas personas puede revelar la sombra de su ser, obligándonos a tomar la difícil decisión de distanciarnos de quienes apagan su propia luz con la envidia que sofoca su felicidad.

Aquellos que cargan esta energía negativa, como es la envidia, son seres infelices, atrapados en una tormenta de emociones, y por ello, siento una profunda compasión. Esta empatía me ha llevado a componer una canción destinada a ayudar a quienes sufren por el tormento de la envidia, guiándolos hacia la luz al final de su oscuro túnel.

No es necesario señalar ni criticar a quienes, a través de sus acciones, manifiestan una envidia latente, pues su comportamiento lo grita a voces. No debemos condenar a estas almas, ya que estoy convencida de que nadie desea habitar en esa tormenta.

Esta emoción destructiva puede fragmentar amistades, familias e incluso matrimonios, ya que no tiene piedad y convierte a las personas en víctimas de su propia negatividad. Esta energía oscura invade sus almas y les impide vivir en paz, dedicándose a perturbar el bienestar ajeno.

Lo más alarmante es que, en su mayoría, las personas no logran reconocer que cargan con este problema de envidia; aceptan vivir en este malestar sin preguntarse si hay algo que puedan hacer para transformar sus vidas y liberarse del sufrimiento que le causa ver la felicidad de los demás.

Como decía Sócrates: "La envidia es el veneno del alma". Este sentimiento, que surge cuando se desea lo que otros tienen, puede llegar a ser un monstruo perturbador que acecha nuestras vidas y afecta a nuestra felicidad y bienestar.

También el destacado Nietzsche decía que, la envidia podía ser un acicate para la superación, un estímulo para la creación. El individuo que es capaz de canalizar su envidia, de convertirla en admiración y emulación, puede llegar a superar al objeto de su envidia y alcanzar su propia grandeza.

La envidia en su significado espiritual tiene sus raíces en la desconfianza en la provisión de Dios. Cuando envidiamos, estamos esencialmente diciendo: "Dios no me ha dado lo suficiente". 

También revela un corazón insatisfecho, que siempre anhela más y más. La envidia es un veneno que corroe el alma.

Tras la envidia se esconde la impotencia de un deseo incumplido. Refleja el amargor insoportable de saber que alguien lo ha hecho realidad. Quien envidia, aclaraba Pulcini, irá “en contra de sus propios intereses con tal de que otro tenga daño”. Por eso es una pasión triste, porque no beneficia a nadie.

 La envidia es una clara señal de la ausencia de amor hacia el prójimo.

Jesús dijo, si ustedes lo hacen todo por envidia o por celos, vivirán tristes y amargados; no tendrán nada de qué sentirse orgullosos, y faltarán a la verdad. "Porque esa sabiduría no viene de Dios, sino que es de este mundo  y produce celos, peleas, problemas y todo tipo de maldad."

En general, las personas pueden sentir vergüenza al reconocer que experimentan envidia. Sin embargo, con un poco de humildad, es posible aceptar esta emoción que nos atormenta. 

Al hacerlo, podemos comenzar a sanar y liberarnos de ese tormento, que a menudo nos mantiene en la oscuridad y nos impide vislumbrar la luz del amor que reside en cada uno de nosotros.

Es fundamental cultivar hábitos saludables que nos alejen de la envidia, como el ejercicio de la gratitud. Incluir un sentido de agradecimiento por las pequeñas cosas de la vida, a menudo desestimadas, es esencial para nuestro bienestar diario. 

Con frecuencia, permitimos que la carencia de lo que deseamos desvíe nuestra atención hacia lo que nos falta, descuidando así la importancia de apreciar lo que ya poseemos. Mantenernos en un estado de gratitud nos ayuda a enfocarnos en lo positivo y a enriquecer nuestra vida.

No es necesario contar con grandes posesiones materiales para experimentar la felicidad y cultivar un corazón agradecido. Lo fundamental radica en sentir gratitud por lo que se tiene en el presente.


 Maria G.

Extracto del libro: Una vida de perdón



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